La Carpintería del pueblo en los 90: De azahares y milagros (parte tres)
Por J. Reydecel Calderón O.
Trabajaba ese día soleado en el banco de madera que está al fondo del taller, ensimismado apenas alcancé a ver que alguien entraba por la puerta grande del taller abierta de par en par; con paso firme y marcado avanzó hacia mí:
—¿Qué haces?
—Solo termino este buró
—Y, después?
—No sé…pienso que quizá me deba de ir ya de este lugar…
—No…tus amigos nos hemos ido; pero confiamos en ti… ¡sigue adelante..!
Dio media vuelta y se fue, sin saludar y sin decir adiós, era Kuata, nuestra
Kuata Pérez…
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