La Mueble en las colonias

Por J. Reydecel Calderón O.

Un día de Semana Santa de 1982 nos presentamos en el lugar de Mueblería del Pueblo, en Ave. Zarco y 42, Arturo González y yo.

Días atrás habíamos decidido como comunidad de La Lealtad apoyar al grupo de los muebleros del pueblo.

Nos recibió Humberto Lozano Martínez, El Flaco. Un breve recuento nos hizo de la historia y de las posibilidades de este centro de trabajo y de reunión.

Nuestra expectativa era trabajar en carpintería, pero ese día El Flaco nos comunicó que la necesidad del grupo era la promoción. Dar a conocer a la mueblería y a la vez aumentar las ventas. Vendedores había en ese momento y de muy buenas cualidades y disposición. Mas promover era una tarea distinta para apoyar producción y ventas. Y era una herramienta para que la sociedad nos conociera bien. Era para conocernos nosotros como grupo y como induviduos.

Sorprendidos Arturo y yo, no supimos de pronto qué contestar. ¿Qué haremos? preguntamos. No sé. Contesto El Flaco. No sabemos, pero cuenten con lo que somos y tenemos. Es una tarea medular, pero no la conocemos.

¿Cuánto ganaremos como salario? No sé. Contestó. No hay salario. Depende de lo que logren ingresar y de sus necesidades. Pedimos tiempo.

El lunes de Pascua, volvimos. Nuestro plan primero fue hacer una mueblería “Marchante” y quizá, “itinerante”. Y hubo apoyo total de El Flaco, de Lorenzo, de Leonel. Y también de Linda y Soco Decanini, administradoras en el momento. De los vendedores: Xóchitl Armenta, Alberto y Frank.

Conseguimos un pasillo como local para exhibir y vender muebles en el mercado de Avalos. No un local, un pasillo amplio, para no generar renta. Había unos 20 locales que vendían desde abarrotes hasta tortillas. Instalados, como pudimos, hicimos lucir nuestra recámara estrella: “La Chihuahua”.

Récámara Chihuahua

Uno de nosotros dos permanecía en el lugar y el otro salía a visitar casa por casa a los vecinos de Ranchería Juárez y del propio Avalos.
Y hubo ventas desde el primer día. Lorenzo no lo podía creer.

Para los días siguientes contamos con el apoyo de Xóchitl. Sonriente iba con nosotros casa por casa, jardín por jardín, pues Avalos era así, más allá de sus troneras de plomo.

Xóchitl se sabía los nombres de las flores.Y los nombres de los artículos y sus precios.
Hicimos ventas de apartado: en un cuaderno para el caso, anotábamos nombre y dirección del nuevo cliente; el mueble a apartar, el anticipo y el tiempo a liquidar.

Como principiantes de mueblería del pueblo, Arturo y yo, ese sábado primero de ventas, decidimos ganar el mínimo, el mínimo de los obreros del taller. Y no hicimos cuentas ni recuentos, allí estaba nuestro granito de arena y un viso de lo que sería “la promoción”, nuestro trabajo.

Poco a poco fuimos elaborando un catálogo de muebles, con fotos tomadas por nosotros mismos, en lugares bonitos y ad hoc de la ciudad.

En el parque de la regla la recámara “Colonial” lucía de espectáculo. Una vez hecho, el trabajo de vender fue más fácil y fructífero. La mesa multiusos, la cómoda infantil, el comedor, los colchones…no eran muchos los productos, eran hechos por el pueblo, austeros, fuertes, útiles y bellos.

Recámara Colonial

Pero Avalos y Ranchería no eran muy grandes y en dos meses visitamos la mayoría de los domicilios. Vimos que era necesario dejar el Mercado y buscar nuevos lugares.
“Itinerante” sería ahora la mueble.

Volvimos a Zarco y 42, por una o dos semanas, para buscar un nuevo lugar y para conocer a nuestros compañeros de carpintería y pintura.

Cómoda infantil y cuna

La Villa Nueva, fue nuestro nuevo lugar.
Los Padres Jesuitas de la parroquia de San Francisco Javier, nos brindaron un espacio en un salón de actos y reuniones.
Exhibir allí era otro reto, dado que en ese lugar no se vendían cosas. Y la estrategia fue la misma: visitar casa por casa. Era una colonia muy grande y nueva que se confundía con la colonia “Villa Vieja”.

No hubo tantas ventas como las hubo en Avalos. Pero sí tantas amistades como allá. Quizá dos meses hayamos permanecido aquí. Y sin volver a la Zarco, nos cambiamos a otro local, ubicado éste en la Villa Vieja. Era un local de reuniones de los vecinos.

Las ventas ahora eran apoyadas desde la radio. Marco Antonio Guevara y Leo Zavala todas las mañanas nos anunciaban con vehemencia en su conocido programa. Tanto que mucha gente pensaba que ellos eran dueños de mueblería del pueblo.

Y así, el trabajo del pueblo al servicio del pueblo iba haciendo olas, pequeñas olas.

Agotados los tiempos y cubierta la población de Las Villas, hubimos de volver.

Las ventas eran muchas y los obreros eran pocos. Uno de nosotros, Leonel, nos pidió que abandonáramos la promoción. Otro de nosotros, nos sugirió hacer una nueva mueblería, Lorenzo. Pero, pese a todo, el plan itinerante continuó. Más marchante que antes: en los mercados públicos. El primero de ellos, en la colonia Rosario. Y allí encontramos de nuevo aceptación y ventas.

Un día de entonces estuvo de visita en la mueble el hermano del Flaco. Y se encontró por allí nuestro cuaderno de ventas y apartado. Habló con nosotros y nos hizo ver la importancia de lo que hacíamos. Desde luego que no lo sabíamos. Nadie de nosotros.

Las ventas de apartado, nuestro financiamiento estrella, desbordaron nuestra producción y había demoras en los compromisos con los clientes. Nos pidieron posponer la promoción y los anuncios en la radio; dejamos la promoción y seguimos en la radio.

Arturo, mi compa, se incorporó a la producción y yo a las ventas y a lo que se ofreciera.
Fue pues nuestra mueblería itinerante y marchante en Avalos, Las Villas y los mercados ambulantes.
Gracias a todos, a Arturo, por su compañía y por compartir en los hechos nuestros sueños. (Continuará).